jueves, julio 04, 2002

Cumpleaños
Mayra Luna

Se han ido
Tras su pasos
el silencio
En los vasos llenos
la risa
En el cenicero
el día
que no veremos.

Ahora todo es basura
platos sucios
palabras
sombras con olor a humo
en las cortinas.

Tiro la ceniza
Barro la noche
La soledad
tiembla en mis huesos.

¿Fueron reales las voces
que caminan
sobre mi cabeza?

lunes, julio 01, 2002

Contemplación
Josué Peñaloza

En el fondo soy un campirano
me gusta sentarme
a la sombra de un árbol
respirar, perderme en remolinos internos
en la claridad del agua
escuchar el aire
ver a lo lejos la ciudad esfumarse
en sus cortinas de humo
desaparecerla
que sus líneas punzantes no hieran más a mis ojos
de caricias la mirada prolonga
las femeninas líneas del campo

En el fondo soy un campirano
me gusta sentarme
a la sombra de un árbol

Un hombre fuma su cansancio
Paty Blake

Un hombre fuma su cansancio
bien entrada la noche
lejos de la calle, de sí mismo

una barra sostiene la cerveza
su recuerdo
el tedio
amarrado en los ojos
fuma
se arrepiente
de su almohada fría
de las arrugas en sus manos
y del silencio
denso humo

se rasca la cabeza
un trago y sonríe
con la sonrisa grande
de los que beben
la hora feliz
hasta el fondo de los vasos

fuma su cansancio
se consumen sus ganas

sus brazos

lejos

el choque de los vasos
la cita
el sombrero

algo se despega del cuerpo

para esas cenizas no hay cenicero


Érase la hora, entonces, acordada
Adrián Saénz

Érase la hora, entonces, acordada
y ahí donde parí el amor con su demonio
la habitación para el encuentro.

Cerré la puerta.

Platos hondos, la decisión servida
el hastío, ni decirlo, hasta el tope de los vasos.

De afuera
quise última la luz en mis ojos
Abrí la cortina.

Abrí la cortina como una sonrisa:
dos pensamientos
y la muchacha libre,
que llevo dentro, al aire como una moneda,
mostróme la flor: sus labios el firmamento.

En ese instante
dejé de besar
la boca
del revólver.

La calle en ruinas
Axayácatl Casco C.

La calle en ruinas
se funde
con tu cuerpo
Tu mano extendida
recibe del sol su primera limosna
esa mano habla por ti
acaricia tu cadáver

Risa, colores, tiempo
se pudren en tu mirada
algunas monedas la reviven
otras le devuelven la fé
abrazando la espera
que como este infierno
el cielo tampoco sea imaginario

Caminas encorvada
por tu tristeza
cantemplando la ciudad
que conformó tu rostro
la agonía de tus pasos
detestándote a ti misma
a tu propia paciencia