jueves, julio 11, 2002

Poema invitado:
De El libro de las horas

Rainer María Rilke

Tú, suelo que se oscurece, soportas pacientemente los muros.
Y quizá permites a las ciudades que duren una hora más,
concedes aún dos horas a las iglesias y monasterios solitarios,
y dejas cinco horas más de fatiga a todos los redimidos
y contemplas durante otras siete horas el trabajo cotidiano del labrador:

Antes de volver a ser bosque y agua y prolífica tierra silvestre
en la hora de la angustia incomprensible
cuando exijas a todas las cosas
que devuelvan tu imagen incompleta.

Dame un poco más de tiempo: quiero amar las cosas como nadie,
hasta que todas se hagan dignas de tí y vastas.
Sólo quiero siete días, siete
en los que nadie haya escrito aún,
siete páginas de soledad.

A quien des el libro las abarque;
quedarás encorvado sobre las hojas.
A no ser que le tengas en tus manos
para escribir tú mismo.

Sesuda conclusión
Paty Blake

He pensado
que urge conocernos
cruzar la bruma
ciegos, no importa,
descomponernos
acortar el enmedio
de tajo,
saltarnos pasos
protocolarios

no me importa
si prefieres café o té,
o si tus ojos combinan con tu camisa,
no importa, lo que urge es conocernos:

no acostumbro
besar el ombligo
de un extraño

martes, julio 09, 2002

Hoja
Camelia García

Supe eras una hoja
porque te mecías verde, después amarilla
amarrada al dedo del brazo del tronco
hasta que caíste un día

La Canaria
(A Roberto Navarro)
Miguel Angel Quivira

Tembloroso
se me cuelga el mundo
en la corbata de lana:
catarata de ovejas con rayas negras.

El sueño sube la expectativa
como papel al filo de la repisa.

Margarita, la vecina, sale a dar de comer a sus canarios.
Sus canarios muerden el sueño y crecen
imparables como hembra,
que amarilla y aplastante
viola a los jovencitos
en las noches de sus ansias.
Jóvenes que levantan gritillos magros
de rebelión con ve chica
y sin acento de ningún tipo.
Ningún tipo sabe parafrasear
estas líneas que son las enaguas
del inventor de los lagos.

Somos vigas que sostienen
las planicies del orbe,
somos lámparas expuestas
a que se nos cuelgue la Canaria
y se nos caiga el mundo, la corbata, las ovejas
sobre su cuerpo en la desgracia.

Ascención
Adrián Saénz

Abrí los ojos como quería
como boca de lobo
y en tu lugar entró
una noche caleidoscópica
le llamé mi noche

También
(con el vaho hipnótico de su polifonía)
me hice abrir el corazón
desde la orilla sin límite del último hueso
hasta el orden puro de la locura
y en tu lugar entró
un ángel
alado con la voz de las estrellas

He ascendido

Bajo mis pies
la armonía extiende su raíz
y el infinito tiene la estatura
de mis antiguos cadáveres.

Hojas del árbol
(para el Elías)
Teresa López

Mírate:
las palabras son los ojos del árbol
ante las hojas vacías de los hombres.

Tarde fría
Gilberto Zúñiga

En la ciudad se pierde el nombre, la voz.
Desaparecen en silencio
uno a uno nuestros padres.
No hay quien los recuerde,
lo que hicieron sus brazos
se borra en las fachadas.
En la tarde camino, veo
al viejo puente derrumbado
tomo una piedra pero no hay nadie
contra quien lanzarla.
Bajo el concreto yace
la bicicleta que nos llevaba a ojos cerrados,
es la ciudad que ahora crece en el paisaje interno.
El día tarda en calentarse,
solo en la oscuridad pulsa
un centímetro bajo la piel
me hospeda
y guarda para ti los ojos.
Mi cuerpo muere por fuera
más en las tardes frías,
zozobran las hojas en la estación.
El hacedor de los inviernos
nos deshoja
aún por dentro
y en todo movimiento
¿en dónde quedaremos esparcidos?
¿cuándo, quién regresará la voz?

Solo cruza la frontera
el cadáver en el río del migrante
nada
que declarar
bajo un mismo cielo y el sol.


lunes, julio 08, 2002

Hoy viernes 10 pm
Miguel Angel Quivira

¿Qué puedo decir?
Hoy viernes 10 pm, cigarro encendido,
cuerpo sobre el catre, un petate
¿Qué más da, qué intentan decir estos detalles?
ese Sol al otro lado del mundo
alumbrando a chinos, mongoles, etcétera.
Pongo etcétera pues me importa
una chingada
que ellos reciban el Sol para su arroz
o su ganado.

A veces,
te levantas triste y no despides
el desquiciado sueño
dejado en un paquete bajo la almohada,
el limonero, en la ventana,
es Dios resucitado de la histeria.
Solo despides un aroma, pestilencia
imperceptible; y esto no le importa
ni a chinos ni a mongoles
¿Para qué la historia, el drama, el nombre?
-¿Cómo estás?
-Buenos días
-Hasta mañana

Apaguen la máquina.

Las historias de amor son fraudes baratos
para poetas de mi talla.
Vuelves al círculo de los espejos,
mendigante con manos juntas
esperando el maná.

Pero el amor no se mancha,
como el rumiado vómito
lingüístico, lleno de lodo,
avispas sobre tu
vértebra,
tu pilar,
tu columna.

El amor solo lo pasas
de boca en boca
en un secreto de saliva.

Estoy en off
Roberto Navarro

Estoy en off.
En esta noche y no en otra,
sereno como máquina apagada.
La escucho escribir sobre el pizarrón
con su risa real,
la que todos oyen y sólo a mi exalta.

Si no fuera yo esta máquina que vive,
no me conmoviera su risa,
la risa que nadie más escucha
y hago mía mientras golpea
con gis amarillo
esta noche
que es la única noche.